Caracteìsticas De los Primeros Juegos
En sus primeros años,
esta justa fue realizada mediante una sola competencia: una carrera de
aproximadamente 190m en las inmediaciones de la ciudad. Pero con el paso del
tiempo, los antiguos griegos decidieron añadir más disciplinas, como las
carreras de distancia, la lucha y el pentatlón (en éste se combinaban el salto
de longitud, el lanzamiento de jabalina y disco, así como carreras de velocidad
y lucha).
Personas de todos los rincones del territorio
griego asistían a ver las competencias, y se instalaban en tiendas de campaña
en los alrededores de Olimpia y la ciudad vecina Élide. Entre los espectadores
siempre podía contarse a políticos y autoridades de alto rango que aprovechaban
la ocasión para concertar alianzas entre las ciudades, o comerciantes que
vendían de todo, también a artistas y poetas que participaban en los festejos
nocturnos o actuaban en los espacios públicos; así como a espectadores comunes
que llenaban el estadio para ver las competencias.
En aquellos antiguos juegos participaban solamente
hombres libres que hablaran griego, y las mujeres, tenían estrictamente
prohibido intervenir. A tal grado existía la restricción, que aquellas que atrevieran
a contravenir esta disposición podían ser castigadas incluso con la muerte si
se les descubría en los juegos. Sin embargo había competencias de carrera para
mujeres, las más famosas eran las que se llevaban a cabo en el estadio Olímpico
en honor de la diosa Hera.
Aquellos que participaban, lo hacían compitiendo, a
diferencia de nuestros días, siempre a título individual y no como hoy
representando a un país. Curiosamente no se entregaban medallas; solamente se
colocaba en la cabeza del ganador una guirnalda hecha con hojas de olivo. En
todo caso, a los triunfadores se les concedía el honor de colocar una estatua
con su efigie en la mítica Olimpia. En consecuencia, la fama seguía a los
campeones olímpicos. En sus ciudades natales se erigían bustos de los
vencedores y se escribían poemas en su honor.
A su regreso, los victoriosos recibían una
bienvenida de héroes, con un desfile por las calles. También los podían
recompensar con dinero, obsequios, se les condonaba el pago de impuestos, entre
muchas otros beneficios; mientras que a los participantes que hacían trampa se
les castigaba cobrándoles una multa que servía para financiar estatuas de
bronce en honor de Zeus que se ponían en el camino al estadio Olímpico, en las
cuales se escribía el nombre del tramposo y su ofensa.
Dentro de las principales características los atletas
tenían la obligación de sacrificar un cerdo en honor de los dioses, así como
que la gran mayoría de los participantes contendían completamente desnudos,
como forma mostrar con orgullo su condición física.
Uno de los espectáculos más célebres de los juegos
fueron las carreras de cuadrigas, es decir, carrozas tiradas por cuatro
caballos. Hay noticias de competencias en las que participaban hasta 40 carros.
Tenían que dar lo más rápido posible doce vueltas a la pista que medía
aproximadamente 1250m, sin importar las enormes cantidades de polvo que
levantaran, o las caídas y vuelcos que sufrieran.
Incluso había cocheros, llamados aurigas, que
perdieron la vida dentro de estas peligrosas competencias. Pero el más violento
de los espectáculos deportivos en aquellas olimpiadas era indudablemente el
pancracio. Esta era una lucha casi a muerte entre dos atletas, que combinaba el
boxeo y la lucha libre. En este evento se permitía todo excepto romper dedos,
sacar ojos y morder.
Pero los juegos olímpicos de la antigüedad no sólo
eran un evento atlético. También favorecieron el desarrollo cultural al amparar
la creación humana en diversos campos como en la escultura, arquitectura,
matemáticas y poesía. Por ejemplo, destaca el Templo de Zeus en Olimpia,
diseñado por Libon, y en cuya edificación se usó un sistema de proporciones
geométricas que se basó en los planteamientos de Euclides.
Mientras que en la escultura, los juegos inspiraron
el famoso “Discóbolo” de Mirón”. En cuanto a la poesía, se conocen infinidad de
odas (como las “Olímpicas” y los Epinicios”), escritas por famosos poetas, como
Píndaro y Simónides, para inmortalizar los triunfos de los atletas en las
Olimpiadas
La última olimpiada de la antigüedad, con una larga
lista de campeones, nombres y proezas, fue la del año 394, ya en la era
Cristiana. Prohibidos por el emperador romano Teodosio I, por considerarlos un
espectáculo pagano, condenó a la antorcha olímpica a mantenerse apagada durante
muchos años.
No obstante, 1503 años después, gracias al esfuerzo
de un idealista francés, Pierre Frédy, Barón de Coubertin y un grupo de
soñadores, una vez más los juegos serían celebrados.
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